CRONISTA ETERNA

viernes, 11 de diciembre de 2015

Mayores penas, mayor agresión, esa es nuestra respuesta a la violencia

"Solo cuando un mundo reconoce en el amor la única fuerza que puede salvarlo de la destrucción, sólo entonces puede sobrevivir.".-Ami, el niño de las estrellas

¿Dónde nace la violencia? Todas las tardes observo a unos jóvenes que se pierden en una sustancia común y "accesible": el terokal. Ellos suelen intimidar y violentar a quienes caminan por su "territorio", quizás sería cómodo decir, "son unos vagos", o "un mal para la sociedad". Pero, ¿qué hacemos nosotros para frenar esto? ¿cuál es la respuesta que damos como sociedad?



Mayores penas, mayor agresión, esa es nuestra respuesta a la violencia. Pensamos que el código penal solucionará lo que no podemos controlar en la realidad ¿Será cierto? Pues décadas de reglamentación nos dicen que no. Si bien son herramientas, de forma aislada no logran tener un impacto en la sociedad. Diferente es lo que ocurre con los grupos que orientan sus esfuerzos a rescatar a las personas a las que solemos marginar, ya sea mediante talleres, charlas, propuestas de trabajo, capacitaciones, etc.

Hace un tiempo leía un articulo que explicaba cómo la agresividad, la violencia, surgen ante la carencia de protección, de afecto, de confianza. No podía dejar de recordar mis días durante mi adolescencia- que certeros quienes vinculan el origen de la palabra al sufrimiento- me sentía perdida, no sabía como responder a todos los cambios que observaba a mi alrededor.

En realidad no sé que hubiera sido de mi sin ella. Una mujer que a pesar de sus manos curtidas por el tiempo, y su evidente cansancio, invertía su valioso tiempo conmigo. Cada vez que tenía algún problema, cada vez que quienes amaba perdían la confianza en mí ella hacía que sentimientos bondadosos renacieran. No hay nada más valioso que encontrar alguien que confía en ti, que ve bondad incluso cuando tú no logras verlo.

Creó en un destino, pero también en la capacidad que tenemos de forjar nuestro camino, confió en el libre albedrío, en la voluntad  que tiene el ser humano de hacer frente a la adversidad. Somos animales de costumbres, por eso el cerebro reaprende constantemente, como decía la neurocientífica, Debra Niehoff, "tenemos herramientas para reducir la violencia creando un entorno seguro y de amor".

En la medida que nos acerquemos al amor dejaremos de buscar aquella felicidad que trae infelicidad, y actuaremos no solo por deber, sino porqué el amor te motiva a no lastimar al otro, a buscar su felicidad, sin olvidarte de ti mismo. Sin amor, sin altruismo y cooperación la civilización hubiera dejado de existir hace siglos. 

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