CRONISTA ETERNA

sábado, 5 de septiembre de 2015

Vivir a los 21 años

Nací un jueves, un fresco día de otoño. Mi madre dice que siempre fui amada, en realidad tengo recuerdos vagos de gran parte de mi infancia, a veces recuerdo aromas, un olor a chocolate, otras veces recuerdo a mi padre cargándome sobre sus hombros, recordar ahora no me atormenta, quizás porque estoy aprendiendo a valorar mi día a día.

Mis amigos suelen ver en mi a una persona con gran fortaleza, algo tozuda a veces pero con una gran fuente de esperanza que al parecer es contagiosa. Pero, ¿cómo me veo yo?. Mi introspección no se detiene en lo físico, suele detenerse en mis taras y en mis virtudes, en mis aciertos y mis errores. Cada vez que me observo veo a una persona que aún esta en formación.

21 años no han pasado en vano, he amado, he sufrido, he olvidado, he reído, he llorado, he abrazado, he aprendido a valorar el poder de mis palabras, de mis actos, y aún sigo aprendiendo. Cada día mis hermanos me enseñan a tener más empatía y a asumir una actitud más humilde, ellos me dan fortaleza y me inspiran a seguir adelante.

Creó que durante un tiempo anduve perdida, vivía sin salir de mi zona de confort, algo que en su momento lastimó mucho a alguien que yo quería, pero ahora estoy en una búsqueda encarnizada de nuevas experiencias, nunca dejaré de lado mi racionalidad, pero no dejaré que eso me arrastre y me impida conocer y sentir.

Siempre fui una persona muy desprendida de las cosas materiales, mas no de mis sentimientos, de mis vivencias. Me aferro a ellas porque siento que son la suma de todo lo que viví, sin todas esas experiencias no sería quien soy ahora. Mas ya no me detengo en el podría, observo mi pasado sin dolor, sin rencor, no me causa ningún sentimiento negativo.

En este corto tiempo he podido darme cuenta de cómo la felicidad me invade cuando dejo de pre-ocuparme y empiezo a ocuparme, ocuparme en observar lo que me rodea, en escuchar al otro, en escucharme. Ahora sé lo que deseo, estoy en un lugar que me ayuda a desarrollarme como profesional, mis amistades me brindan más que compañía, son símbolo de camaradería, mi familia son mi motor y Dios un ser al que ya no se encuentra tan distante, cada vez lo siento más presente, lo veo en la naturaleza, en los actos de bondad, en la inocencia de un niño.

No sé que me depare el futuro,  pero si sé que quiero vivir significativamente mis días y no olvidar el horizonte que dirige mi vida. Deseo ser artífice de algo que sea motivado por intereses más nobles que los individuales.


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