"Para mí, el escribir era vivirse, conocerse, ser arqueólogo de uno mismo. Escarbar y, si se escarba, hay de todo dentro de nosotros: el criminal y el santo, el héroe y el cobarde.".-José Luis Sampedro
Hay hechos que rápidamente capturan tu atención. Aunque pueden ser turbios y estrepitosos, son la expresión de aquello que con frecuencia hace que bajemos la mirada. No hablo de las jóvenes que con suma finura recogían lo que para algunos era desperdicio, o del líquido rojo que se desplegaba por la frente de aquel hombre. Hablo de algo más profundo, algo que me llevó a preguntarme ¿será que me estoy acostumbrando a ver aquello como habitual?
Hace tan solo unos minutos era 7 de mayo del 2016, una fecha que podría ser insignificante de no ser por aquel conjunto de ideas que empezaron a desencadenarse. No miento, es como si algo dentro de mi buscará respuestas, ¿pero respuestas de que? Tras un intenso monólogo pude comprender que mi nivel de indiferencia interna había colapsado.
Desde pequeña hay algo en mi que me dice que no debo acostumbrarme a lo habitual, a la indiferencia, a la desigualdad, a la soberbia, al egoísmo. Es como una especie de alarma que se activa cada vez que siente peligro, o que se siente saturada. Trato de atribuir dicha responsabilidad a mis padres, las personas más importantes de mi vida,
Pero en los últimos veces he visto a tantas personas que se aprovechan de la caridad ajena, tanto asistencialismo, tanta comodidad, tanto egoísmo y manipulación que me he llegado a cuestionar si realmente todos merecen que se les extienda la mano. No obstante, esa chispa incesante que me motiva a confiar en las personas aún no cesa. Solo se ha vuelto un poco más selectiva.
Sé que como todos soy vulnerable, también me llama la atención la comodidad, también me cuestiono si dar la otra mejilla siempre es correcto, si debería mantener un espíritu crítico en una sociedad que nos enseña a amoldarnos, a perder la individualidad, a ser sumisos, a confundir la tolerancia con la aceptación.
También he reflexionado sobre cómo la sinceridad puede llevar a unas personas a distanciarse, sobre como los principio parecen ser relegados por la aparente habilidad profesional. Pero pese a todo siempre llego a la misma conclusión: nada puede compararse con la satisfacción de mirarse al espejo y no sentir ninguna carga de consciencia.
El peor error que podemos cometer es hundirnos y creer que no existe la posibilidad de cambiar. Es caer en esa mentalidad facilista de que como todos lo hacen yo también lo haré. "El pecado del otro no te hace más santo", suele repetir mi pareja, y le doy la razón. Como señala la biblia: " Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano." No sumemos más diagnósticos, no es lo único que el mundo necesita, convirtámonos en aquel hombre y mujer que aparte la piedra del camino.
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