CRONISTA ETERNA

jueves, 12 de noviembre de 2015

NO LE TEMEN A LA MUERTE, LE TEMEN AL OLVIDO



“Llámame cuando quieras venir”  !Que no hagas esto, que no hagas el otro! “No viene nadie a ayudarnos” “Desde hace dos semanas no viene” ¿cómo estás?  !Me estreso demasiado! !Yo estoy enferma! ¿Si ves a mi hermana le dices que la espero? De esa manera decenas de mujeres pasan sus últimos años, luchando contra el olvido, deseando habitar en la memoria de sus seres queridos.

“Ella solía visitarme siempre, pero hace más de un año que no sé de ella. Supongo que esta ocupada” manifiesta con desconsuelo Elsa Tay, interna del Centro Residencial Gerontológico Sagrado Corazón. No recuerda cuándo sucedió, cuando dejó de ser necesaria, “yo la quiero pero..” y calla, toma lentamente un vaso de agua y en su mirada se percibe nostalgia, nostalgia que se asoma cada vez que habla de su familia, y es que ella cree firmemente que a más de la mitad de personas la situación del adulto mayor no les interesa. 

Desde que allá por el año 1934 el Hogar Sagrado Corazón abrió sus puertas ,en un inicio a aquellas mujeres de familias acomodadas que hubieran perdido su fortuna, ha albergado a numerosas mujeres, mujeres que en un inicio llegaron como indigentes totales, otras parciales. “Acá yo he vivido desde el año 90, ya voy a tener 25 años”, nos comenta Elsa, una mujer que goza de observar como germinan las plantas que con mucho tesón siembra. 

“Tengo miedo”, expresa débilmente Rosa Chávez, quien a sus 82 años no olvida como su compañera de pláticas fue muriendo día a día. “Ya no me reconocía”, comenta, “arrancaba mis plantas y paraba con una botella de plástico,no llamaba o nada, ya estaba pues incoherente. Hoy solo sé que partir de este mundo fue lo mejor que le pudo ocurrir”, afirma con tristeza ,mientras se aferra a una flor de sábila que sostiene con firmeza.

El tiempo prosigue y una mujer se aproxima sigilosamente , “yo vi algo peor”, murmura. Aunque tiene dificultades al hablar y se sostiene endeblemente me cuenta que había una señora que murió en su dormitorio, y cuyo cuerpo reposo en la habitación durante dos días. "Yo le dije a la directora y mandaron a una chica , por la escalera miraron y vieron que se encontraba tirada, se había roto la cadera. Dos días habría estado tirada allí pues”, agrega. 

Todos los días cientos de rostros las observan ,algunos con lástima, otros con indiferencia. Y aunque algunas desean que la muerte les tenga vehemencia,que el tiempo se detenga o que no se les mande a un psiquiatra, otras se contentan con  una sonrisa ,con algo de tiempo, con una pequeña plática,o “una gimnasia” como dice eufórica Tay, ellas solo esperan algo que les haga sentir presentes, algo que les diga “hey estas  vivas,no eres invisible”.  


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