CRONISTA ETERNA

martes, 14 de agosto de 2018

El fanatismo no se esconde sólo en la religión

Vuelvo a pasar un último sorbo e intento enfocarme. Mis mejillas y mis manos me delatan, pese a que los años han transcurrido y estoy próxima a cumplir un cuarto de siglo sigue siendo difícil observar a las personas con sus luces y sombras. Hace una semana leía con pesar los testimonios de la hija mayor y la hijastra del poeta Reynaldo Naranjo, aquel que en muchos de sus poemas reivindica la infancia. El fenecido poeta de la generación del sesenta era acusado de violación sexual, y parte de mi mente se negaba a creerla. La verdad es agria y te obliga a tomar posturas, me decía a mi misma. Pero ¿qué pasa cuando nos negamos a aceptarla?



En una reciente entrevista César Hildebrandt evocaba al historiador revisionista David Irving, quien en noviembre del 2016 fue sentenciado a tres años de prisión tras aceptar que había negado el Holocausto, al que calificaba de "mito". El periodista anotaba que a diferencia de lo ocurrido con Irving, en el Perú se avala las mentiras. "Los mentirosos, los canallas que niegan la historia, acaban en el Congreso en la televisión, con sus grandes discursos y en la impunidad absoluta", afirmó en diálogo con RPP.

VERDADES AMARGAS

"No existe verdad absoluta" Esa es tal vez una de las premisas que mayor consenso tiene en el ambiente académico. Quienes hemos tenido la oportunidad de cursar estudios superiores hemos aprendiendo, a grandes rasgos, que las fuentes documentales, los testimonios y un método de investigación riguroso son los ingredientes que necesita un buen trabajo para ser verídico. Nuestra ansías de encontrar la verdad nos lleva muchas veces a documentarnos cuando se trata de trabajos académicos. Sin embargo, no siempre somos así de estrictos en nuestra vida cotidiana.

"Él no pudo haberle pegado", "Ella no sería capaz de eso", "Yo lo conozco", "Es mi hijo, él no". A veces pareciere que la emotividad nos lleva a meter las manos al fuego por las personas, a defender ideas que carecen de sentido, a anular la razón y recurrir a palabras despectivas o imagenes ironicas que exaltan la risa fácil.

Las personas solemos relacionar el fanatismo con una adhesión incondicional a una causa, la RAE vincula la palabra con el "apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones", yo me animaría a decir que el fanatismo en un estado en el que suprimimos la razón y nos escondemos en una especie de cuarto de la negación. Cada uno de nosotros, en algún momento, ha experimentado dicho estado. Pero ¿por qué? Aún no lo sé.

Me cuesta comprender por qué a veces los seres humanos tendemos a negar los argumentos, los hechos, por qué nos cobijamos en nuestra subjetividad. Hace algunos años intente pincelar posibles causas. ¿Tal vez es el miedo de dejar ir ideas que nos daban estabilidad?, me cuestione. Sin embargo, tras varias experiencias ahora a considero que existen dos grandes razones que llevan a una persona a perpetuar la negación: su escepticismo frente a las fuentes de información que avalan el hecho, ya que tal vez no lo consideran confiable; o su interés en que las cosas no cambien para mantener su influencia política o económica.

Esta semana compartí un contenido que creí necesario para contextualizar las declaraciones de una empresa: Monsanto. Tras difundirlo una serie de personas defendieron que muchos estudios científicos no han encontrado una relación entre el glifosato, sustancia usada en herbicidas, y el cáncer. Incluso algunas dijeron que todo se trataba de un lobby ambiental. No dudo que existan intereses de por medio, pero el problema de situarnos en extremos es que nos desviamos de lo importante. ¿Qué tanta validez podemos darle a estudios que están inmersos en denuncias como esas?


De la misma forma, volví a observar cómo se polariza la discusión pública al hablar de personajes como Alberto Fujimori. Pese a las sentencias que pesan en su contra, la bancada que lidera su hija se niega a aceptar que existieron violaciones de derechos humanos y que su padre fue condenado por delitos de corrupción y peculado. Entiendo que los fujimoristas desconfíen del sistema judicial, pero ¿qué tan subjetiva es su desconfianza? ¿por qué sólo aceptan las sentencias que les favorecen?

Tal vez el fanatismo juega con los prejuicios, tal vez se alimenta de las mentiras que reiteradamente vociferan algunos, tal vez el día en que nos atrevamos a pensar por nosotros mismos podremos mirar a la verdad como una vieja amiga.

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