El deseo nos singulariza y lleva a nuestro mente a apreciar, con mayor cuidado y reflexión, aquellos momentos que superaron la línea de la trivialidad. De modo que cada vez que me sumerjo en mis pensamientos puedo observar a todos los cronopios que pasaron por mi vida. Aquellos seres que, en palabras de Jorge Luis Borges, fueron "un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas". Lo singular, lo diferente, siempre me ha cautivado.
Porque sí
Ella tenía siete años, no escatimaba en problemas, ni procuraba inmiscuirse en los asuntos personales del otro, hasta que un día observó a su tío borracho. Él llegó sin observar las sillas que estaban alineadas en torno a la mesa, llegó notoriamente agitado y vociferando palabras que ella no podía pronunciar. Ella preguntó a su madre ¿por qué? A lo que su progenitora atinó a decir: porque sí. "Porque sí" Ella volvió a insistir ¿por qué?, e intentando perfilar una respuesta dijo: tal vez porque esa botella que siempre lleva en brazos no lo deja pensar.
En el tránsito de la adolescencia conoció a personas que la hacían sonreír. Compartían miedos, secretos, nuevas experiencias, eran como un riachuelo en el podía observar todo con claridad, sin esas sombras que rodean a quienes buscar impresionar a otros. Una tarde, una de ellas atinó a decir "mi hermana no debería tener a su hijo, es muy jóven". Ella la mira y preguntó ¿por qué? La respuesta hizo que por un momento se sintiera como arrollada por una ola: "porque es su cuerpo". Tras idas y vueltas, y preguntas que nunca fueron consensadas, la persona que minutos antes había dicho porque sí agregó: "bueno, no tengo argumentos ¿y qué?"
Los intentos de una jóven por comprender el mundo se tradujeron en bosquejos que, cada vez con más frecuencia, chocaban contra la pared del yoísmo. Hasta que hace cinco años encontró un relato de una persona que escapaba del porque sí, de las referencias hacia un Dios creado por hombres— porque ella no podía concebir un creador que esté satisfecho con personas que se someten a él y que no buscan la verdad por sí mismos—de sus sesgos personales. Poco a poco conoció a más personas que, sin importar si coincidían o no con ella, procuraban sustentar todo aquello en lo que creían.
Dar una mano
Tener la mitad de la altura de su madre y el DNI amarillo no impidió que recogiera en un sombrero a unos gatos que habían sido abandonados. En su rebeldía los cobijó debajo de su cama y los alimentos hasta que su madre finalmente identificó. Dos semanas después ya había encontrado hogar para los mininos, y ese ciclo se repetiría una y otra vez.
Él sostenía su brazo y la protegía de todo aquel que quisiera acercarse a ella, ambos se dirigían a compartir un momento familiar. Escuchaban música a alto volumen y ella recostaba su cabeza sobre sus hombros, ambos parecían vivir en una burbuja, hasta que al salir de la estación a un hombre se le cayó un saco notoriamente pesado. Él no dudo ni un segundo y se acercó a ayudarlo, le siguieron otros tres hombres y sólo uno intentó robar aquellos objetos que estaban desparramados en el suelo. Él pensó que no todo estaba perdido.
De vez en cuando ella se encuentra con esos cronopios y no puede evitar sonreír. Tal vez porque en el fondo encontrarlos simboliza que no todo está perdido, que no es cierto que nos merecemos los gobernantes que tenemos, que no es verdad que sea fácil engañar a una persona colocando fake news, que nunca más alguien se quedará callado cuando esté de cara a una mentira, que no esquivaremos la mirada cuando alguien nos necesite.
jueves, 28 de junio de 2018
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